lunes, 3 de diciembre de 2007

Caida de estrellas

Cuantas noches de verano, en silencio, sin hablar,
el uno muy junto al otro y al fondo el rumor del mar
contemplamos las estrellas que caían sin cesar
dejando a su paso el brillo de su fugaz transitar.
Ese espectáculo vivo que no se puede olvidar,
presagio de guerras dicen, pescadores del lugar,
y las estrellas a miles, imposibles de alcanzar
siempre desapareciendo sin ningún rastro dejar.
Y nosotros nos miramos, no hizo falta declarar
sentimientos, pensamientos y ni tan siquiera hablar
tu boca busco la mía, y mis labios al besar
hallaron fuente de vida, que solo tu sabes dar.
Mi boca alcanzo tus senos, tus manos aquel lugar
en que florece la vida, que no te costo encontrar,
una mano en tu entrepierna, y la otra mano al azar
recorría tu piel fina, haciéndote retozar.
Las pieles se enardecían, parecían estallar
las piernas entrelazadas y los cuerpos al rozar
aceleraban los pulsos y se afanaban en dar
salida al amor que oculto de día debía estar.
Y tal como yo lo cuento, es como pudo pasar
aunque nadie sabrá nunca si lo que hago es recordar,
o que tan solo lo invento, para volverte a entregar
lo mejor que en mi encontraste, esa mi forma de amar.
Cuando en noches de verano, en silencio, sin hablar
miro al Cielo y a mi lado, tu ya no sueles estar
recuerdo aquellas estrellas que corrían sin cesar
dejando a su paso estelas, imposibles de alcanzar.

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